Norberto García

Te despido, compañero de las letras. Agradezco cada clase compartida y el haber podido conocer cada una de tus historias. 


Muchas veces, los escritores giramos sobre ciertos temas. En tus textos, prevalecía siempre el tópico de la amistad en esos vínculos que duran para siempre, más allá de la muerte y en contra del olvido. La sonrisa siempre me acompañó en cada punto final de cada uno de tus trabajos, al igual que ahora.
Utilizabas un lenguaje que generaba complicidad con el lector, creabas personajes comunes que merendaban en el Torreón del Monje, que no podían pagar el gas o la luz y que sobrevivían como podían. Pero siempre, siempre, salían adelante.
 Jamás voy a olvidarme de ese detective aficionado que recorrió las calles de Mar del Plata con su Rocinante ni de la obra teatral en la que dos compañeros se juntan siempre en el mismo lugar pensando que es el lugar favorito de ambos, aunque no lo era ni de uno ni de otro. 
Te guardo acá, en mis palabras, para revivir cada vez que vuelva a esta página cada charla, aprendizaje, lectura y escritura compartida.


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